Charlas Universitarias | Rezar En El Metro

No tener miedo al silencio y a la inactividad; plantearnos objetivos y crecimientos humanos, culturales, espirituales para las vacaciones que nos permitan servir mejor al Reino; hacer todas las elecciones en función de lo que esperan nuestros amores… son algunas claves que nos permiten vivir según Cristo las vacaciones, los fines de semana y los momentos de descanso.

Al final de la Pascua vivimos fiestas que nos revuelcan en verdades misteriosas que Cristo nos reveló. Al presencia, vida y pasión del Espíritu Santo es uno de estos misterios. El es la nueva Ley que da plenitud a la ley mosaica; y esta nueva Ley está en nuestros corazones. Escucharle, aprender a movernos de acuerdo con él, es lo que propiamente constituye el vivir cristiano.

En la tercera aparición de Cristo resucitado a los apóstoles se ve lo que significa para cada uno de ellos ser cristiano: es su historia personal, su relación con Cristo. Entienden el cristianismo no como una doctrina –aunque sí afirman una doctrina-, ni como unas obligaciones o prohibiciones –aunque aceptan unas y otras-, si no como la vida que ha compartido cada uno de ellos con Cristo; y es diferente para Juan y para Pedro, para Tomás… y para cada uno de ellos.

Creer supone, como primera actitud y obra, instalarme en la confianza profunda. Me sé no solo, cuidado por mi Padre-Amor, querido en cada momento y circunstancia. Esta verdad me sustenta y me envuelve. Por eso, a la afirmación intelectual de lo que creo debe seguir una transformación del corazón, de la emotividad.

Pasajes de la vida de Cristo nos muestran criaturas espirituales, libres, que han optado por oponerse y luchar contra Dios. Para entender lo que ocurre y lo que me ocurre, para lograr con éxito alcanzar lo que pretendo en la vida, debo saber que en el argumento de mi vida hay seres interesados en que yo me oponga a Dios, y sus acciones por conseguirme las llamamos tentaciones.

El poderoso Espíritu de Dios habita en mí. Aceptar esta realidad es clave de nuestra vida cristiana. Cristo nos advirtió que haríamos obras incluso mayores que las que Él mismo hizo. Eso es lo que Dios espera de nosotros, lo que quiere obrar. Por eso, estar atentos y pelear por no malograr las obras de Dios, fundamentalmente su obra en mí.

Veo y juzgo lo que ocurre, con frecuencia, juzgando a Dios. Y en esos juicios se ve que ponemos en tela de juicio que Dios sea tan bueno, o esencialmente bueno. ¿Cómo reacciono ante la desgracia?

El cristiano es quien se sabe en una historia amplia –no quien vive en su ombligo-, saltando de gozo, y con una confianza absoluta. Somos los que hemos puesto nuestra confianza en su misericordia, no en mi obrar. Tenemos que abandonar el corazón duro que cumple la ley. Vivir la libertad de Cristo, sabiendo que soy heredero de tu promesa. Ser cristiano es vivir con paz confiando en la misericordia del Señor.

Ayuno, limosna y oración son los tres caminos que nos señala la Iglesia para que consigamos liberar el corazón de manera que así seamos capaces de abrirnos a una realidad superior a nosotros, como es la Resurrección. Aprenderlo en la vida de Juan Pablo II ayuda a entender que ese es el camino para aprender a mirar de otro modo.

En nuestras elecciones sí optamos por el blanco, por el Bien y el estilo de vida del Bueno. Sin embargo, en la realización, puesto que somos ‘concebidos en pecado’, no somos capaces de realizarlo según Dios. Nuestro estado de gracia no es pleno. Pero esta realización imperfecta no significa mediocridad.

Los objetos atraen, y a veces buscamos el exceso, limitado solo por lo que el objeto da de sí o por la limitación mía. Moderar la relación con los objetos: templanza, sobriedad, elegancia, Tratar las cosas como realidades que reflejan –como un espejo- lo que realmente busco. Esa cosa no puede saciar lo que busco: solo aquello a lo que remite –quien tiene aquello sin límite- es lo que me saciará. Por eso, es inteligente no buscar en lo finito saciar la necesidad de infinito.

Tener la conciencia de prepararme para servir a la sociedad. No ser cortos, ni burgueses, ni mediocres. Ampliar el corazón para ser capaz de estudiar con corazón cristiano. El estudiante mira al futuro: estudio para servir mejor en el futuro a la sociedad.

La gloria de Cristo se deja atisbar también en el cuerpo de Jesús, por ejemplo en la transfiguración. El cuerpo está llamado a ser glorioso. En el cuerpo va tomando forma la transformación de vida que el Resucitado va obrando en nosotros por la gracia. Se nota en el rostro, en la espiritualización de todo lo que hacemos corporalmente, en lo que hay mucho más que solo cuerpo.

Buscamos ser convertidos. Fomentar en mi un deseo sincero y profundo de conversión.

Ver el significado de los gestos sexuales es fundamental para vivir de un modo pleno la sexualidad, y no solo de una forma animal; es evidente que la sexualidad en el animal es plana, y en el hombre es trascendente. Para verlo hay que ser capaz. Y eso exige finura, acercarse a la sexualidad con las manos atrás: ser buen aprendiz y dejar hablar a la verdad de la misma sexualidad.

No es fácil pedir, saber pedir, pedir bien. Y sin embargo es clave. Dios nos quiere pedigüeños. Vale la pena repasar una serie de características de esta forma indispensable de nuestra relación con Dios.

Se describe una serie de comportamientos o motivaciones que caracterizan el alma de publicano o de fariseo nuestro. Conviene discernir para no caer en la trampa, para no desenfocar nuestra vida religiosa: en el fariseo es anónima, busca la seguridad en las reglas, compara…

Si acudimos a Abraham para entender cómo se da el primer acto de fe exigido por Yavhé, vemos que en las palabras de Dios pide: ‘deja tu tierra…’ (separación) y ‘te bendeciré…’ (promesa). Creer es separarse y vivir para la promesa.

Si no nos amamos, no podemos amar a los demás. Amar el orgullo de un perro es tenerlo en forma, no gordo y fofo. Amar el orgullo de cada criatura y el mío propio. Eso es creer en un proyecto y una voluntad de Dios sobre mí.

No supone la muerte un cambio de lugar, sino un cambio de ser. Adoptamos, entonces, el modo de ser de Dios. En las bienaventuranzas se canta la suerte de las “desgracias” porque son ocasiones en las que nos podemos capacitar para esa transformación.